Si alguien nos dijese hace 50 años cómo se imaginaba el mundo de hoy, seguramente poco o nada se parecería a lo que tenemos. Internet y todo lo que ha ocurrido tras el propio hito en el que se ha convertido, cambió nuestras vidas, ha conformado una nueva forma de relacionarnos, de vivir, de trabajar… pero a la vez, y a raíz de esta nueva estructura en la que nos movemos, las empresas, los gobiernos, regímenes o el propio terrorismo cibernético y el activismo sectario han ido marcando las fronteras y la ruta para que los poderes tracen una línea por la que "debemos estar". Internet es libre o debería acercarse lo más posible a esa "utopía", pero todo indica que ahora mismo corre un serio peligro de convertirse en un sistema vigilado, cada vez más acorralado.

Ayer os comentaba de la importancia de encontrar nuevas alternativas que evolucionen las redes actuales en la figura de la Freedom Box Foundation, un esfuerzo a medias entre Eben Moglen y varios desarrolladores de Debian cuyo fin no era otro que descentralizar las estructuras de la red actual, cuya ruta nos ahoga cada vez más a una Internet centralizada y opresiva. Software libre bajo servidores individuales y económicos por las que el usuario pueda sentirse libre para transmitir sin ser escuchado, para difundir sin censura. Egipto, Túnez o Irán son probablemente un botón claro de la revolución que se puede conseguir, que se ha conseguido. Revoluciones que podemos enmarcar en el mismo grupo que WikiLeaks o la misma Wikipedia, donde la colaboración y el esfuerzo organizado común consiguen hacer funcionar cualquier dispositivo en conjunto en el mundo, estamos conectados y esa es la principal fuerza y motor de la red.

El peligro llega desde dentro, las propias redes sociales o las mismas organizaciones como WikiLeaks o el activismo de Anonymous producen el efecto contrario al origen por el que surgieron, en parte debido a su éxito, y en parte a la novedad de sus sistemas y la búsqueda de los poderes por ponerle muros a sus actividades. Nunca antes se habían encontrado tan vulnerables como ahora. Hasta hace unos años era impensable que las redes sociales se conformaran como una nueva y revolucionaria forma de comunicación, capaz de levantar a un pueblo y organizar revoluciones.

Precisamente el FBI lanza hoy una propuesta de Ley Federal en Estados Unidos con la que pretende acotar parte de la "libertad" con la que se mueven las redes sociales (ya sea Facebook o Twitter), pero incluso van más allá, ya que se trata de conseguir "puertas traseras" en la mensajería VOiP o en las redes P2P. Algo así como las escuchas telefónicas que tanto hemos oído, pero en la red.

Con esta propuesta pretenden conseguir que las ISP incluyan una "grabación" que vaya dirigida al propio FBI, siempre argumentado como base de una posible vigilancia o investigación abierta. Aunque ésta tendrá que aprobarla la FCC, se trata de otro claro caso de intrusión de la libertad que disfrutamos actualmente.

Twitter se encuentra actualmente en un pleito sobre la necesidad o no de aportarle información al gobierno de Estados Unidos sobre la actividad de varios miembros de WikiLeaks en la red de microblogging. Y hablamos de una herramienta que se ha comportado estos últimos tiempos como la más revolucionaria de todas las herramientas 2.0, una vía que ha posibilitado la revolución de la gente, del pueblo, en las diferentes revueltas. Y aún así, se le pide transparencia para acotar precisamente su arma más poderosa, difundir la palabra.

WikiLeaks, cuyo propósito, por encima de su fundador y la politización a la que se está viendo sometida, surge de la necesidad de una nueva vía de difusión de un material que, probablemente, no podría salir de otro modo, sufre el mismo acoso. Al final se trata de una organización conjunta, donde la red es la herramienta y sin ella no sería posible. Con WikiLeaks aprendemos y comprendemos por encima de informarnos (que también), ya que descubrimos cómo se funciona en el mundo en estratos de los que jamás creeríamos que íbamos a conocer por dentro.

Aunque en la Ley Sinde priman otros factores derivados del agotamiento de una Industria y sus vías, quizá demasiado antiguas, de distribución y facturación, nos encontramos también con una situación similar al del resto de revoluciones en su forma. En este caso se podría romper uno de los poderes principales de nuestra democracia. La vía judicial perdería por primera vez su valor por encima de una Comisión para hacer valer la presión de un sector. Volvemos a encontrarnos con una afrenta para con la libertad de la red y los usuarios, que, lejos de creer que son "internautas", son la sociedad, la parte de ella que la utiliza y que podríamos pensar que somos la gran mayoría.

Ninguna de estas pequeñas o grandes revoluciones de las que hablamos tendrían sentido con una red centralizada y gestionada bajo los intereses políticos o simplemente comerciales de unos pocos. Por eso, aunque ahora mismo un proyecto como Freedom Box o cualquier otra propuesta parezca algo muy lejano, podría ser claramente un guía para la construcción de los puentes del futuro de Internet. Se trata de poner a disposición de cada uno de nosotros los medios para interactuar con privacidad y que prime la libertad por encima del intrusismo y la censura.

Imagen: New World Order War

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