Existe hoy todavía quién mira mal a las redes. No me refiero sólo a las redes sociales, me refiero a las redes en general. Miedo a lo desconocido supongo que es lo que ocurre en la mayoría de los casos. Ayer hubo mucho revuelo durante la comparecencia de Julian Assange en la audiencia. El juez Howard Ryddle, de manera espontánea, rompió con años de "clasicismo" durante el juicio, permitiendo la utilización de los móviles para utilizarlos como herramienta informativa de lo que allí acontecía. Twitter evidentemente se convirtió en la cara de lo que ocurrió. El periodista Jim Sciutto, de la ABC, fue el primero (o el más rápido) en informar sobre la libertad bajo fianza a Assange vía Twitter. A partir de ahí, el movimiento que realizó el juez fue tachado por muchos de "modernez", otros lo calificaron como histórico, y finalmente la alta jurídica británica afirma estar planteándose si abrir por completo Twitter y los dispositivos móviles a las sesiones. Hasta el día de ayer y como norma habitual, jamás se daba permiso para el uso de estos o material que pudiera grabar.

Personalmente y de ocurrir así, tengo mis dudas de que Twitter no pudiese entorpecer un proceso jurídico (o al menos alguno), muchas veces lleno de matices y más teniendo en cuenta que durante un proceso se tratan muchos temas hasta que concluye. La llegada de una herramienta así puede dar lugar a confusiones durante un juicio, malas interpretaciones del informante o información sesgada que no ayudaría en nada al proceso. Contar lo que acontece en el mismo momento que ocurre la noticia es el arma de Twitter, entrar en un juzgado o una corte y narrarnos los entresijos de un caso paso a paso, al minuto, es otra muy distinta.

Hasta ahora, en el Reino Unido los tribunales se mostraban rígidos e inflexibles ante la aparición de cualquier dispositivo. Los informantes debían acudir sin ningún tipo de "extra" móvil, teniendo que volcar en el papel o el ordenador portátil el desarrollo del juicio. En caso contrario, y de encontrar algún móvil, podían incurrir en desacato al Tribunal.

El caso que se trató ayer era de un calado gigante. No era un simple juicio, sino una bomba informativa de la que todos los medios estaban atentos. Los segundos contaban y el más rápido tendría una gran ventaja entre los lectores ávidos. Es quizá por esta razón, comprendiendo la situación de los acontecimientos, por lo que el propio juez admitió la utilización de las redes.

Las valoraciones que se hacen ahora para su aplicación en juicios tienen que ver con los principios de la Justicia. ¿Es diferente un Tweet de un correo electrónico? ¿Un portátil de un móvil? Desde luego, como informante vienen a ser lo mismo. Aunque pienso que debido a la inmediatez de una herramienta como Twitter, debe usarse en según qué situaciones. Como decía al principio, la implantación de las tecnologías cuesta en muchos ámbitos, ya sea por miedo o por desconocimiento. Un mal uso le haría un flaco favor a su desarrollo. Eso no quita que la evolución y el desarrollo modifique las normas establecidas.

Ocurre algo parecido con los vuelos en España. Aún hoy, cuando nos montamos en la mayoría de aerolíneas que aquí operan, nos indican que debemos mantener desconectados todos los móviles durante el vuelo, cosa que no ocurre con el resto de aparatos electrónicos, que sólo deben mantenerse desconectados en el despegue y aterrizaje.

En este caso es curioso, ya que fue Industria quien autorizó su uso y reguló el servicio en vuelos por el mes de julio. Hasta ese momento suponíamos que una grave interferencia podría acabar cruzando datos y desestabilizar el contacto entre la cabina de control y el aeropuerto. La razón no la tengo clara. Manías del pasado, miedo a cambiar las reglas o imposibilidad de que se pongan de acuerdo la MCA y las aerolíneas. El caso es que hoy por hoy, tampoco podemos lanzar un tweet o un check-in desde espacio aéreo español.

Vía: Telegraph y The Guardian

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