Lo social está de moda. Hace varios años, todo lo que quiere llevar el adjetivo de "moderno" tiene que llevar la palabra social pegada al nombre como si se tratase de una medallita en el pecho. Tenemos redes para todo, hacer amigos, leer noticias, consultar problemas tecnológicos, conocer gente nueva, redes públicas y privadas... y redes profesionales.
Y es que "lo social" tiene muchas ventajas y muchos inconvenientes. Vemos a menudo en los medios o conocemos a un amigo de un amigo al que han despedido porque tenía una baja y resulta que colgó una foto en su Facebook estando de marcha o incluso familiares que se ha reencontrado gracias a la inmensa red que es Facebook.
El problema viene cuando no podemos, o no sabemos, separar. Muchas veces tenemos en mente el erróneo concepto de "Facebook es para hablar con los amigos y LinkedIn o Twitter para temas serios" pero luego, cuando queremos conocer cómo es una persona, intentamos entrar en su perfil de Facebook o leer sus Tweets.
Y es que cada vez es más complicado escabullirnos y separar, qué es profesional y qué es personal.
Con las socialización de la vida privada (cada uno publica lo que quiere dónde quiere y como quiere) las empresas y cualquier persona ajena a nuestro círculo tiene formas muy sencillas (fuera de lo que simplemente sería comprobar la veracidad de nuestro currículum) para comprobar cuál es nuestra personalidad, gustos, redacción, inquietudes... y analizar si somos buenos, o no, para una u otra actividad.
Aunque personalmente publico lo que quiero y como quiero, me he encontrado en situaciones en las que, amigos, han tenido reuniones con su jefe para "guardar las formas" en redes sociales para no dañar la imagen de empresa.
No quiero decir con esto que lo social no tenga ventajas (es más que evidente que sí), sino que, o bien sabemos separar muy bien, o siempre tenemos que tener un cierto control y consciencia de lo que publicamos ya que, como la propia palabra lo indica, es público.